miércoles, 4 de julio de 2012

Madera de héroe

Pasado un tiempo, Delibes
decidió quitar el número del
título. Ahora se edita sin él

La ilustración de la cubierta expone con claridad lo que le espera al que se adentre en la historia: un muchacho fagocitado por la época que le tocó vivir, la España inestable de 1936. Gervasio es alentado a ser un héroe desde pequeño, porque debido a un extraño fenómeno —se le erizan los cabellos de la cabeza al escuchar compases marciales—, su familia cree que Dios lo ha marcado para realizar grandes hazañas. La esperada oportunidad surge al desatarse «la gorda», y Gervasio se alistará en la marina, donde los compañeros le llamarán 337 A, el número asignado por el teniente. También es el mismo código que tuvo Delibes en la armada.

La guerra civil española es el decorado de una trama en la que prima la siguiente reflexión: ¿qué es un héroe? Gervasio elucubra sobre ello continuamente, haciendo preguntas a su familia primero, y a los amigos después, cuando deja la infancia a un lado. La búsqueda de la respuesta es necesaria, vital. ¿La hallará?

¿?
Creo que Delibes intentó hacer algo muy importante con esta novela: ofrecer un planteamiento maduro de nuestro pasado; hablar de él con justicia; retratar lo que se sentía por aquel entonces. Las atrocidades van de un sitio hacia otro cual pelota de tenis. El resentimiento crece. Y Gervasio, en medio del embrollo, se convence a sí mismo de que está en el lado correcto, porque su propio padre se mueve dentro del contrario, empecinado en mantener sus ideas.

En las páginas de Madera de héroe no hay proselitismo, sino un sano ejercicio de pensamiento. Podría haber sido —enfocado, por supuesto, de otra manera—, un ensayo filosófico; pero vestido de novela es más atractivo de cara al público. Sin embargo, no se vende tanto como otras del mismo autor, quizá porque es menos conocida. Carece de la fama de Diario de un cazador, o El hereje, por decir dos. Eso no quiere decir que esta novela sea inferior; es Delibes en estado puro, con sus defectos, virtudes y costumbres, como, verbigracia, introducir a un niño en el papel principal.

Esta cubierta será sosa, pero al menos
no es críptica... 
El libro se divide en tres partes. Cada una de ellas tiene una relevancia esencial, pero la más impactante es la última, porque se percibe cómo la visión romántica de la guerra deja paso a la realidad, y los acontecimientos se aceleran hasta desembocar en un final espléndido.

«La primera vez que el niño Gervasio García de la lastra experimentó aquellos extraños fenómenos, que los miembros más píos de la familia atribuyeron a causas sobrenaturales y el resto, más escépticos, a puros fenómenos físicos operando sobre una delicada sensibilidad, fue, según consta en los dietarios del coronel de caballería, ya fallecido, don Felipe Neri Luna (1981-1953), en la velada familiar del sábado 11 de febrero de 1927, aunque, conforme se desprende de esos mismos cuadernos, tres días antes ya se produjeron ciertos indicios, una vez que el pequeño irrumpió como un huracán en el gabinete de su abuelo materno don León de la Lastra, mientras éste merendaba su habitual chocolate con picatostes, y le preguntó a bocajarro: Papá León, ¿puedo ser un héroe sin morirme?».

¡Un momento! Me parece que ya he comprendido la segunda cubierta, de la editorial Destino. Se trata del paso a través de la dicotomía forzada por la maquinaria... Mejor me voy a jugar al Doom.

2 comentarios:

  1. Yo de Delibes sólo he leido el hereje, y me gustó. Ultimamente me esta dando por picotear de muchos autores distintos.

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    1. «El hereje» es una gran novela. Te recomiendo «Madera de héroe» si te gusta el tema.

      Me doy cuenta de que reseñando novelas parezco el Happy nerd. http://www.youtube.com/watch?v=Oy3MAewNsgQ

      Haría críticas destructivas, pero tras unas cuantas reseñas he descubierto que no puedo. Prefiero hablar sólo de los libros que me gustan. :D

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