miércoles, 11 de junio de 2014

Teléfonos nocturnos

Voy a poner cubiertas foráneas; la
española me parece vulgar
John Lutz es un autor tardío porque no empezó hasta los treinta y seis años. Antes de darle a la tecla, se dedicó a otros menesteres: obrero de la construcción, acomodador de teatro, mozo de almacén, camionero... Luego se puso a escribir, y menos mal, ya que su detective, Nudger, ha sido un éxito entre los aficionados a la novela de misterio. 

A Teléfonos nocturnos se le puede achacar falta de originalidad, propensión a no salirse de las pautas marcadas anteriormente; empero, eso se olvida rápido cuando la trama es capaz de atraparte desde la primera página. Lutz —lo dijo él mismo— se preocupa por el lector, desea que éste no se aburra en ningún instante, y lo consigue. Cada escena es una invitación a seguir leyendo, un paso más hacia la captura del asesino, el cual se sirve de unas líneas telefónicas nocturnas para contactar con sus víctimas.
Ésta es mágica: si cierras los ojos,
seguirás viéndola

Dichas líneas podrían compararse a un chat de internet: la gente las usa para conocerse, charlar y, si la suerte les acompaña, tener una cita en la vida real. El riesgo es evidente: cualquiera puede estar al otro lado del teléfono..., incluso un monstruo con afanes homicidas. Lo último se corrobora cuando empiezan a aparecer mujeres muertas; mujeres que usaban las líneas.

Nudger, un detective agobiado por las deudas, un perdedor nato que sobrevive agarrándose a lo que surja, es contratado para destapar al asesino. Su primer movimiento consiste en hacer unas cuantas llamadas nocturnas, es decir, adentrarse en ese mundo de personas solitarias que buscan compañía. Obviamente, los diálogos telefónicos son una parte importante en la novela, y Lutz se luce con ellos, les saca el máximo partido. Otro punto destacable es la tensión, que crece y crece hasta explotar.

Lutz. Su abigarrada colección indica que
es un lector empedernido; esos libros no
son ornamentales
Sólo hay dos cosas que no me convencieron demasiado: unas pocas descripciones que están alargadas innecesariamente, y un deus ex machina en el final. Sin duda, es peor lo último, porque el final es tan notable que se merecía algo mejor. Por suerte, ese recurso mediocre no consigue ensuciar del todo la parte buena, llena de giros casi impredecibles; seguro que alguno de ellos resulta inesperado para el lector.

Como soy muy aficionado a este género —es el que más he leído—, me cuesta encontrar nuevas historias capaces de sorprenderme; Teléfonos nocturnos no lo ha hecho, aunque quizá se deba a los recuerdos que conservo de lecturas anteriores. Aun así, es un gran libro. Lutz conoce las herramientas necesarias para que sus páginas atrapen, y su detective malaventurado tiene el carisma suficiente, es fácil empatizar con él.

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